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Asesinato de Sonya Massey: "¿Cuándo acabará la lucha constante de las mujeres negras por su seguridad?

Asesinato de Sonya Massey:

Como mujer negra en el mundo occidental, apenas puedo escapar de la sensación generalizada de inseguridad. Los recientes acontecimientos no hacen sino agravar esta ansiedad, recordándonos que nuestros protectores pueden ser a veces quienes nos perjudican.

Cuando nos atrevemos a pedir ayuda, a menudo tenemos la sensación de que nuestras súplicas caen en saco roto, se desestiman o se minimizan de una forma que nuestros homólogos blancos no experimentan. Esta disparidad no está solo en nuestras mentes; es una realidad tangible que puede verse en las diferentes respuestas que recibimos de las autoridades, los proveedores de atención sanitaria e incluso dentro de nuestras comunidades.

El caso de Sonya Massey es un ejemplo conmovedor. El 6 de julio, Sonya, madre de 36 años, llamó a la policía a su casa de Springfield, Illinois, para informar de que creía que había un intruso en su propiedad. Los agentes llegan y, en un vídeo que circula por Internet grabado por las cámaras corporales que lleva la policía, se ve cómo la siguen hasta el interior. Le piden que saque una olla de agua hirviendo de la cocina y, apenas antes de que tenga la oportunidad de hacerlo, el ayudante del sheriff del condado de Sangamon, Sean Grayson, saca su pistola y le dispara mortalmente (ha sido despedido del cuerpo de policía y acusado de asesinato y mala conducta oficial). El asesinato ha desatado protestas y atraído la atención del Preisdente Joe Biden y de la Vicepresidenta Kamala Harris.

Harris, refiriéndose al caso de Sonya Massey, declaró: "Sonya Massey merecía estar a salvo. Después de pedir ayuda a la policía, fue trágicamente asesinada en su propia casa a manos de un agente que había jurado proteger y servir".

Esta afirmación subraya la traición que se siente cuando quienes deben protegernos se convierten en amenazas. No se trata sólo de los agentes, las mujeres negras también sufren malos tratos domésticos en mayor proporción y tienen dificultades para obtener la ayuda y el apoyo necesarios.

El vídeo de Sonya dura 30 minutos, una duración desgarradora comparada con los nueve minutos del vídeo de George Floyd. Sin embargo, no me atrevo a verlo. Saber el resultado -que ella no estaba a salvo- me atormenta.

Evitar el vídeo es un acto de autopreservación, pero la realidad sigue siendo angustiosa. Estos incidentes ponen de relieve una verdad inquietante: las mujeres negras carecen a menudo de un espacio seguro dentro y fuera de su hogar. Este recordatorio constante puede provocar colapsos emocionales, como el que experimenté inesperadamente de camino al gimnasio tras enterarme de lo sucedido a Sonya Massey. El trauma de presenciar estos sucesos repetidamente no sólo es angustioso; es perjudicial para nuestra salud mental.

Reflexionar sobre las experiencias de la diputada laborista Diane Abbott, que ha sufrido abusos racistas durante décadas, revela también los problemas profundamente arraigados en nuestra sociedad. El vitriolo al que se enfrenta no es sólo político, sino profundamente personal, y afecta a muchas mujeres negras que se ven reflejadas en ella. Me hace preguntarme cómo será la seguridad de las mujeres negras en Estados Unidos ahora que Kamala Harris se presenta a la presidencia de Estados Unidos, y si su liderazgo conducirá a cambios significativos o si perpetuará los problemas sistémicos existentes.

En este entorno, me planteo a menudo el papel de las redes sociales. ¿Debería dar un paso atrás y dejar que mi gestor de redes sociales filtre el contenido para proteger mi salud mental? La exposición constante a traumas raciales es agotadora, pero la lucha por la igualdad de derechos es más apremiante que nunca.

Salir con mis sobrinas hoy me ofrece un breve respiro, pero también una profunda esperanza. El mundo en el que crecen debe ser diferente del que vemos hoy.

Para que las mujeres negras prosperen, la sociedad debe cambiar. Necesitamos crear espacios seguros, tanto física como emocionalmente, donde las mujeres negras puedan vivir, ser vistas y disfrutar plenamente de la vida.

Nuestra responsabilidad colectiva está clara. No se trata sólo de reconocer el problema, sino de trabajar activamente para encontrar una solución. Hasta entonces, el miedo y el trauma que sufren las mujeres negras seguirán siendo una herida sin cicatrizar en el tejido de nuestra sociedad.

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