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Strictly era el tónico que nos levantaba el ánimo: si algo está roto, hay que arreglarlo".

Strictly era el tónico que nos levantaba el ánimo: si algo está roto, hay que arreglarlo

Durante las dos últimas décadas, el verano británico ha sido una estación fortuita para Strictly Come Dancing, el concurso anual de baile de famosos de la BBC. Es la calma que precede a la tormenta, cuando los afortunados influencers, los ambiciosos DJ de radio, los cómicos ligeramente pasados de rosca, los aspirantes a culebrones y los ex parlamentarios ávidos de fama ultiman los preparativos para ser juzgados por Craig Revel Horwood. Strictly es un reputado tipo de asesinato en la pista de baile. Sin embargo, en un giro inusual de los acontecimientos, el verano británico de 2024 se ha convertido en la tormenta misma. En vísperas de su 20º aniversario, el programa se ha convertido en la noticia de entretenimiento de la temporada por todas las razones equivocadas.

Desde la misteriosa retirada de Amanda Abbington, actriz de Sherlock, a mediados de la edición del año pasado, no han dejado de surgir problemas. Abbington y su ex pareja de baile, Giovanni Pernice, se han lanzado acusaciones mutuas sobre su comportamiento fuera del plató. Más ex concursantes han salido a la luz para sugerir que no todo es el festival de oropel que Strictly aparenta y Pernice ha sido despedido de la competición de este año. El ex compañero de Zara McDermott, Graziano Di Prima, también se ha ido, entre acusaciones de comportamiento abusivo en los ensayos. Otro ex concursante, el reverendo Richard Coles, ha dicho que el programa tiene "un corazón oscuro". Cuando el vicario empieza a darse cuenta, la BBC tiene problemas.

Convertirse en una historia de terror no es categóricamente para lo que el público sintoniza Strictly Come Dancing. Es la tónica benigna y alegre que levanta el ánimo los sábados por la noche durante el otoño. Ha sobrevivido a su único rival real, The X Factor, y supera sistemáticamente a The Great British Bake Off. Incluso las agrias respuestas de los jueces se pronuncian con villanía de pantomima, preparando el inevitable momento en que uno se ablanda y derrama una lágrima de cocodrilo ante la valiente samba de un concursante.

Strictly es una vertiginosa explosión de entretenimiento en horario de máxima audiencia, un deslumbrante triunfo del amateurismo sobre la delicadeza. Cuando la primera concursante sorda y antigua actriz de EastEnders, Rose Ayling-Ellis, hizo piruetas en el ascensor final y se guardó 30 segundos de silencio, se llegó a insinuar que, más allá de su exterior gratuitamente espumoso, Strictly era una fuerza para el bien de la sociedad.

El programa ha introducido con facilidad parejas de baile del mismo sexo, modernizando el anticuado reglamento del salón de baile. Con Len Goodman y Bruce Forsyth ha superado la muerte de dos figuras clave que contribuyeron a su éxito. La deliciosa camaradería entre las presentadoras Tess Daly y Claudia Winkleman es una manifestación de la división de clases británica uniéndose por un objetivo común, como Saltburn al revés. Strictly ha introducido el superlativo casual "Fab-u-l_ous_, darling" en la conversación cotidiana y ha convertido a las hermanas Mabuse en tesoros nacionales. El atractivo superficial del programa se basa en un maremoto de buena voluntad de la audiencia. Debería seguir siendo un 10 para Len.

La respuesta de la BBC al empañamiento de la reputación de Strictly sugiere que puede haber más trastornos en el futuro. Se nombrarán responsables de bienestar para los nuevos concursantes, dando a entender que aprender a bailar en el programa es más Cisne Negro de lo que da a entender el entusiasmo de perogrullo de los concursantes. Con dos ex concursantes que han denunciado el acoso y otros que han aportado sus experiencias, la maldición de Strictly ha adquirido un nuevo significado.

Si hay algo que no funciona, hay que arreglarlo. Con el streaming pisándole los talones a todas las horas de pantalla disponibles, las cinco grandes cadenas británicas tienen mucho trabajo por delante. Esperemos que lo que sea que haya ido tan mal en Strictly se arregle ahora. Nadie necesita que las noches se cierren sin él.

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