Un abogado cuenta la historia de esta mujer maltratada y se hace viral
La emotiva historia de una mujer maltratada contada por su abogado que está conmoviendo al mundo.
En un día como hoy, el Día Contra la Violencia de Género, merece la pena emprender campañas contra la violencia de género y recordad a las mujeres que lo sufren que no deben soportarlo más. Pero también merece la pena hablar de las mujeres fuertes que vivieron la violencia doméstica durante años y supieron salir de ella. Esta es la historia de una madre que sufrió los peores abusos por parte de su marido pero que ni siquiera la peor paliza la hizo convertirse en una mujer débil. Su fortaleza y valentía le permitieron salir adelante junto a sus hijos. Ahora, el que fue su abogado durante años, ha hecho pública su historia, su punto de vista sobre el caso y el emotivo final que, uno de sus hijos, les desveló después de muchos años. Léela a continuación y descubre por qué se ha hecho viral en las redes.
“Soy un abogado de divorcio. A veces siento que he escuchado y visto todo. Pero hace diez años, una mujer entró a mi oficina con una historia y ni mi vida ni mi práctica ha sido igual desde ahí. Su nombre era Bárbara, y se presentó en mi oficina con un atuendo de una mujer común y corriente. Yo suponía que tenía cerca de diecinueve años y que era un poco inocente. Estaba equivocado. Tenía treinta y dos y cuatro hijos, entre los tres y los nueve años.
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He escuchado muchas historias brutales, pero el abuso físico, mental y sexual que Bárbara había sufrido por la manos de su esposo hizo que me doliera el estomago. Sin embargo terminó la descripción de las circunstancias diciendo: ‘Sr. Concolino, usted sabe, no ha sido toda su culpa. Mis hijos y yo hemos permanecido en esta situación por opción; yo asumo la responsabilidad por eso. Sabía que el fin del sufrimiento llegaría sólo cuando hubiera decidido que he sufrido suficiente y ya he tomado la decisión. Romperé el ciclo’.
En ese punto había estado ejerciendo el derecho por quince años y debo admitir que en mi cabeza, me estaba dando un gran placer los pensamientos de clavar a ese tipo en la pared. ‘¿Usted cree en el perdón Sr. Concolino?’, preguntó ella. ‘Sí, claro’, dije yo. ‘Creo que lo que va, vuelve, y si tratamos de hacer lo correcto, lo bueno viene de nuevo a nosotros. Mis clientes que han retenido el perdón, se han retenido de sí mismos’.
Esas palabras eran tan comunes para mí que prácticamente hablaron por sí mismas. Y, sin embargo, si alguien tenía una razón para estar llena de rabia era Bárbara. ‘Yo creo que en el perdón’, dijo tranquilamente, ‘creo que si me aferro a la rabia que siento por mi esposo sólo será mas combustible para el fuego del problema y mis hijos serán los que saldrán quemados’. Me dio una trémula sonrisa. ‘El problema es que los niños son muy inteligentes. Ellos pueden saber si yo he perdonando verdaderamente a su padre… si es que sólo estoy hablando por que sí. Así que tengo que realmente liberar mi rabia. Y aquí es cuando necesito un favor de usted’.
Me incliné hacia mi escritorio. ‘No quiero que este divorcio sea amargo. No quiero que toda la culpa se le cargue encima a él. La cosa que más quiero es verdaderamente perdonarlo y que ambos, usted y yo, nos comportemos de acuerdo a esto’. Hizo una pausa y me miró a los ojos. ‘Y quiero que usted me prometa que se apegará a esto’. Tengo que decir que esta propuesta iba en contra de mi mejor consejo como abogado pero se ajustó a mi mejor consejo humano, mano a mano. ‘Haré lo mejor que pueda’, dije.
No fue fácil. El esposo de Bárbara no tenía interés en tomar el camino difícil. La década siguiente estuvo marcada por su feo carácter hacia ella y repetidos periodos de no pago de la manutención de los hijos. Incluso hubo tiempos en que ella pudo haberlo mandado a la cárcel, pero nunca lo hizo. Después de una nueva sesión en la corte -que fue a su favor- me atrapó en el corredor. ‘Ha cumplido su promesa Bob’, dijo y rió. ‘Admito que han habido tiempos en que quería maldecirlo por hacer que me apegue a mis creencias. Todavía pienso, a veces, si valió la pena. Pero gracias’. Sabía a lo que se refería. En mi opinión, su ex esposo continuó violando las normas estándares de decencia. Pero ella nunca respondió de esa forma.
Bárbara últimamente encontró al amor de su vida. Aunque sus problemas estaban arreglados legalmente, siempre disfruté recibiendo sus tarjeta de Navidad, enterándome de como estaba su familia. Entonces un día recibí una llamada. ‘Bob, soy Bárbara. Necesito visitarte y mostrarte algo’. ‘Sí, claro’, dije. Ahora lo que pensé fue: ¿hasta cuando este tipo seguirá con esto? ¿cuánto tiempo hasta que finalmente ella se quiebre”.
La mujer que entró a mi oficina era encantadora y serena, llena de mucha más confianza de la que tenía diez años antes. Los hombres parecían rebotar a su paso. Cuando me paré a saludarla ella me entregó una foto de 8×10 tomada durante el último año de secundaria de su hijo mayor John. Él estaba usando un uniforme de fútbol. Su padre estaba parado a su lado rígida y fríamente. El chico estaba mirando con orgullo a su madre, que estaba cerca de él con una cálida sonrisa en su rostro. Sabía por sus cartas de Navidad que se había graduado de una escuela secundaria privada muy respetada.
‘Esto fue después que atrapó el touchdown ganador en el juego por campeonato’, dijo ella y sonrió. ‘¿Mencioné que ese juego su equipo terminó número uno de Estados Unidos?’. ‘Creo que escuché algo acerca de eso’, dije. ‘Lee el reverso’, dijo ella. Di vuelta la fotografía y vi que su hijo había escrito:
‘Mamá, quiero que sepas que has sido la mejor mamá y papá que un chico podría tener. Yo lo sé por cómo papá trabajó tanto por hacer nuestras vidas tan miserables. Incluso cuando se negó a pagar todo lo que debía pagar por la escuela, tú trabajaste extra sólo para que ninguno de nosotros se perdiera. Creo que lo mejor que hiciste fue lo que no hiciste. Nunca hablaste mal de papá. Nunca me dijiste que tenía otros ‘nuevos’ niños que apoyar; lo hizo.
Con todo mi amor te agradezco por no criarnos en una casa donde el otro padre era el malo como le sucedió a mis amigos que tuvieron que atravesar divorcios. Papá es y ha sido un idiota, lo sé, no por ti, sino porque el escogió serlo. Todavía amo a ambos (probablemente todavía abofetearías mi trasero si dijera que no amara a papá). Pero te amo, respeto y admiro más que nadie en la faz de la tierra.
Con amor, John’.
Barbara me sonrió. Y los dos supimos que había valido la pena“.
La historia de esta mujer maltratada contada por su abogado está recogida en el libro 'Chicken Soup for the Soul. Stories of Appreciation for Mothers and Their Wisdom” (Sopa de pollo para el alma. Historia de apreciación por las madres y su sabiduría').