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Comer emocionalmente y cómo superarlo

Sentarse frente al televisor con una tarrina de helado después de una ruptura. Llegar a casa después del trabajo e ir directamente a la despensa a por un tentempié. Comiendo golosinas mientras te pasas la noche estudiando para un examen. ¿Te suenan estas situaciones? Probablemente todos nos hemos encontrado alguna vez con algo así. Pero, ¿eso te convierte en un comedor emocional?

Los comedores "normales" pueden encontrarse a veces comiendo cuando se sienten felices, tristes o simplemente aburridos. Es habitual que todo el mundo coma un poco por motivos emocionales de vez en cuando. Sin embargo, cuando este tipo de alimentación se produce a diario, o incluso varias veces a la semana, es posible que se trate de un comedor emocional. La alimentación emocional puede conducir a una mala nutrición, a una relación poco saludable con la comida y a sentimientos de frustración y culpabilidad.

¿Qué es la alimentación emocional?

La alimentación emocional se produce cuando las personas utilizan la comida para gestionar o encubrir emociones intensas. A veces estas emociones son negativas y otras veces son positivas. Por ejemplo, alguien puede comer cuando está estresado o triste, cuando necesita consuelo o cuando celebra un acontecimiento.

Las personas también pueden utilizar la comida como recompensa, como recuperación o como forma de ayudarles a afrontar una emoción incómoda. Cuando la comida se utiliza para ayudar a hacer frente a las emociones negativas, se puede considerar una forma de alimentación desordenada - o un "trastorno alimentario". Esto puede considerarse una estrategia poco saludable y algo que debe abordarse.

Lo más importante es tener en cuenta que este tipo de alimentación emocional sólo proporciona un alivio temporal de los sentimientos difíciles o incómodos. Después de esta comida, uno se encuentra a menudo con la culpa, la vergüenza, y aún más malestar físico y emocional.

¿Qué causa la alimentación emocional?

Comer emocionalmente es probablemente un síntoma de necesidades emocionales y espirituales insatisfechas. Puede ser el resultado directo de no ser consciente de qué o por qué se come. A menudo no se trata de la comida en sí misma, sino de lo que estás manejando o cubriendo dentro de ti utilizando la comida.

¿Cómo se supera el comer emocional?

Para superar la alimentación emocional, debemos entender la diferencia entre el hambre emocional y el hambre física. El hambre emocional comienza cuando una persona tiene un antojo o quiere comer algo muy específico. El hambre física suele empezar en el estómago con refunfuños y lleva a dar al cuerpo los nutrientes que necesita. El hambre física no está asociada a los sentimientos.

Se puede utilizar una escala de hambre (0-10) para identificar si su hambre es emocional o física.

0 significa estar hambriento

1-4 son grados de hambre

5 es neutro

6-9 son grados de sentirse lleno

10 es estar incómodamente lleno

La escala del hambre le ayudará a separar sus emociones y a centrarse en cómo se siente físicamente. Así podrá identificar mejor cómo proceder.

Si su hambre es física en un número entre 0 y 5, entonces debería comer nutrientes para satisfacer esta hambre. Si su hambre está entre 5 y 10, sería más útil identificar qué emoción está sintiendo y si hay otras formas de gestionar esta emoción en lugar de comer.

El uso de actividades no alimentarias le ayudará a enfrentarse a la emoción. Por lo tanto, para poner fin a la alimentación emocional, hay que desarrollar estrategias para sustituir los hábitos centrados en la comida por habilidades de afrontamiento no alimentarias.

Primero, identifica la emoción que sientes. A continuación, elabora una caja de herramientas de actividades no alimentarias que puedas utilizar cuando sientas una emoción incómoda. Por ejemplo, cuando nos sentimos aburridos, podemos recurrir a la comida para sobrellevar la situación. Pero una actividad no alimentaria que podemos utilizar en su lugar podría ser llamar a un amigo, escuchar música o escribir en un diario nuestros pensamientos y sentimientos.

¿Pero qué pasa si no puedes identificar cómo te sientes y tienes un fuerte impulso de comer, incluso cuando sabes que no tienes hambre físicamente? Una estrategia que funciona para mis pacientes es trabajar para retrasar la comida emocionalmente.

En primer lugar, date cuenta de que quieres comer por motivos emocionales y empieza por retrasar la comida al menos cinco minutos. A continuación, aumente el tiempo de demora cada vez que esto ocurra. Durante este retraso, intente realizar cualquier actividad no relacionada con la comida para llenar el tiempo. Cuando se acabe el tiempo, pregúntese si ha podido hacer otra cosa que no implique comer. Si es capaz de elegir otra cosa que hacer, ¡fantástico!

Pero, si no estás preparado para hacerlo, no te castigues. Inténtalo de nuevo la próxima vez.

La clave es que, a medida que pase el tiempo, tus emociones incómodas disminuirán en su nivel de intensidad. Y a medida que la intensidad disminuya, también lo hará la probabilidad de que utilices la comida para hacer frente a cómo te sientes en ese momento.

Se necesita práctica y tiempo para cambiar este comportamiento. Pero ten paciencia y sigue trabajando en ello. Al final, todo merecerá la pena.

Evitar la autoconversación negativa

Por último, pero no por ello menos importante, muchos de nosotros utilizamos la autoconversación negativa. Pero es muy importante que utilicemos en su lugar la autoconversión positiva, como forma de superar nuestros sentimientos negativos.

Aprender a cuidar de uno mismo es imprescindible. Cuando no atendemos nuestras necesidades personales, esto puede dar lugar a luchas emocionales con la alimentación.

El autocuidado es cuando hacemos cosas que nutren nuestro cuerpo:

Aprender a comer cuando tienes hambre y parar cuando estás lleno.

Aprender a nutrirte de otras maneras además de con la comida.

Aprender a confiar en ti mismo para escuchar las señales que te envía tu cuerpo.

Ser amable contigo mismo.

Honrar tus deseos y necesidades, mientras encuentras la alegría en la vida.

Porque te mereces que te cuiden y encontrar un equilibrio saludable en la vida.

Si tienes problemas con la alimentación emocional y necesitas más ayuda, habla con un profesional de la salud, un consejero de salud mental y/o un dietista registrado.

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