Emociones que pueden impedirle vivir su mejor vida
¿Has visto alguna vez a un niño pequeño teniendo una crisis? Quiero decir, ¿una rabieta de gritos, sollozos e inconsolable?
Una madre a la que vi en un día especialmente caluroso y sin brisa en el zoo del Bronx se inclinó y se dirigió a su hijo en plena crisis diciéndole: "Veo que tienes sentimientos muy fuertes. ¿Puedes usar tus palabras para contármelo?".
Me sorprendió. ¿Cuántos adultos, y no digamos niños, son capaces de expresar con palabras sus "grandes sentimientos"?
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Reconozcámoslo: es el trabajo de toda una vida. Las emociones son duras. Las negativas, como la ira, el miedo, el resentimiento, la culpa, el rechazo, la tristeza y la vergüenza, son decididamente desagradables e inevitables.
Estos sentimientos por sí solos no tienen el poder de retenerte porque, en el fondo, las emociones son sólo datos. De hecho, las emociones negativas que gastamos miles de millones de dólares en borrar, erradicar y evitar son en realidad algunas de las herramientas más valiosas que podemos utilizar para cultivar la alegría. Son señales que apuntan en la dirección de nuestra felicidad, mostrándonos que algo tiene que cambiar.
Las emociones negativas son nuestras aliadas, no nuestras enemigas.
Cuando los rechazamos, negamos la mitad de nosotros mismos y de nuestras vidas y luego nos preguntamos por qué nos sentimos insatisfechos.
Con demasiada frecuencia, veo que las personas se convierten en sus emociones en lugar de experimentarlas. Si este es tu caso, créeme cuando te digo que no eres una persona triste, enfadada o celosa. Eres mucho más que una emoción.
Nuestros sentimientos desafiantes son tan valiosos como nuestros sentimientos alegres. Los sentimientos positivos nos dicen que vamos por el buen camino, que las actividades y relaciones que emprendemos están alineadas con nuestro mejor yo. Nuestras emociones negativas nos comunican cuando algo está desequilibrado en nuestro mundo físico o cuando estamos desalineados en nuestro mundo interior.
La información que podemos obtener al hacernos esta pregunta puede cambiarnos la vida, porque nuestras emociones están inextricablemente ligadas a nuestras decisiones.
Así que cuando surgen "grandes sentimientos", ¿los procesas como datos? ¿Los observas y obtienes un significado factual, o creas una historia? A menudo creamos relatos elaborados a partir de nuestras emociones, repletos de víctimas, villanos y héroes.
Nuestra tendencia a crear historias elaboradas en torno a nuestras emociones puede convertirse en un obstáculo para vivir nuestra mejor vida.
La persona que te cortó el paso en el tráfico: monstruo. El jefe que te pidió que trabajaras el fin de semana: un monstruo. El amigo que se olvidó de tu cumpleaños: egoísta. ¿Te das cuenta de que en estas historias todos los demás son los malos y tú la víctima? Pero estas historias no son ciertas. Son interpretaciones basadas en nuestros sentimientos. Por desagradables que sean, estas emociones no son el enemigo. Por el contrario, son mensajeras que ponen de relieve aspectos de nuestra vida y de nosotros mismos que requieren atención.
Cuando nos enfrentamos a una oleada de emociones, especialmente las negativas, no somos víctimas indefensas. Al contrario, se nos presenta la oportunidad de indagar más profundamente en nuestra mente y nuestra alma. Estos sentimientos son como señales que nos indican lo que realmente nos importa.
Es a través de esta exploración objetiva como nos liberamos de percepciones distorsionadas.
Nuestros sentimientos son válidos y reales, pero no son la realidad. Al sintonizar con nuestras emociones, recuperamos el papel de copilotos en lugar de ser pasajeros. Las emociones pueden dejar de ser tormentas aleatorias para convertirse en la brújula que nos dirige hacia el crecimiento y la comprensión.