Es hora de que los estadounidenses se sumen a los bidés
No vi un bidé con mis propios ojos hasta los 14 años. Mis padres (y yo, a regañadientes) nos preparábamos para mudarnos de un pequeño pueblo de Nueva Jersey a Boca Ratón (Florida), una ciudad que mucha gente asocia con la riqueza y la gente mayor. Estábamos explorando modelos de casas totalmente amuebladas en las aparentemente infinitas urbanizaciones cerradas de la ciudad, que tenían nombres como "Broken Sound" y "Lexington Estates", en busca de la que llamaríamos hogar.
Fue en el cuarto de baño de un modelo especialmente lujoso donde encontré un extraño híbrido de inodoro y lavabo junto a un inodoro normal. Tenía la misma altura y forma que el inodoro, pero en lugar de tapa, cisterna y abertura en el fondo de la taza, tenía lo que parecía ser un grifo y un desagüe tipo lavabo con tapón.
"¿Qué es eso?", le pregunté a mi madre.
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"Oh, eso es un bidé", dijo ella. "Es para limpiarte el culo".
Mi cerebro adolescente estaba horrorizado. ¿Una máquina limpiaculos? ¿Qué era este paisaje infernal de humillación inevitable al que me estaban trasladando mis padres? "¿Tenemos que comprar uno de esos cuando nos mudemos aquí?".
"No, no", me aseguró mi madre. "A veces ponen cosas raras en estos modelos".
Así se formó mi poco ilustrada opinión sobre los bidés: Son raros y, al igual que Boca, se asocian con la riqueza y la gente mayor. Hasta el día de hoy, no he probado uno.
Puedes imaginarte mi sorpresa cuando Hez, una de mis mejores amigas de la infancia de aquella pequeña ciudad de Nueva Jersey, me dijo hace poco que usaban bidé todos los días y que eso les había cambiado la vida. Yo sabía que en la casa de la infancia de Hez no había bidé, y estaba bastante segura de que la casa de Seattle en la que viven ahora tampoco lo tenía. ¿Cómo una de mis mejores amigas se había vuelto rara, rica y vieja sin que yo me diera cuenta?
"Realmente marca toda la diferencia del mundo", dijeron. "Nos limpiamos el cuerpo con agua corriente en la ducha, ¿por qué no querrías que te limpiaran el culo después de cagar?".
Hez nunca ha tenido pelos en la lengua, y su argumento es excelente. Básicamente mantengo a Cottonelle en el negocio con el número de toallitas para el culo que compro, pero siempre me ha preocupado estar derrochando en la búsqueda de una raja limpia. Está claro que es hora de que reconsidere el bidé.
James Lin, fundador de los proveedores de bidés BidetKing y Alpha Bidet, tiene la misión de normalizar este aparato entre los jóvenes estadounidenses: "Yo mismo soy un millennial y, si no fuera por mi negocio, a la mayoría de mis amigos no les importaría usar bidé", dice Lin. "Hay algunas empresas de bidés que intentan llegar a mi grupo de edad, pero sobre todo con los bidés más baratos, no eléctricos y con fijación. Suelen ser más populares entre la generación más joven, que quizá no esté dispuesta a desembolsar unos cientos de euros en un bidé completo".
"Dicho esto, estos accesorios de bidé básicos actúan como una especie de droga de entrada al mundo de los bidés", continúa Lin. "Cuando la gente se muda a su propia casa o tiene un familiar mayor que lo necesita, opta por un bidé electrónico".