- Kelly Benthall vio que la cultura laboral mejoraba a lo largo de su carrera de 30 años, pero el daño ya se había hecho.
- El año pasado, decidió retirarse temprano para mejorar su salud mental, física y emocional.
- En su primer chequeo post-jubilación, su doctor notó mejoría.
Siempre planeé jubilarme a los 65 años — resistir, escalar posiciones y finalmente disfrutar de la libertad. Pero los planes cambian, especialmente cuando tu cuerpo comienza a enviar señales de advertencia que no puedes ignorar.
El año pasado, a los 53, me jubilé temprano con mi esposo — no porque hubiéramos planificado meticulosamente cada detalle, sino porque el costo de permanecer en la carrera — mental, física y emocionalmente — se había vuelto demasiado alto. El trabajo siempre había sido una fuente de orgullo, pero también una fuente de estrés y, a veces, de graves consecuencias para la salud.
Durante más de 30 años, ayudé a empresas, desde nuevas hasta gigantes como Shell y Chevron, a navegar cambios estratégicos. Pasé esas décadas asumiendo más responsabilidad de la que era razonable, absorbiendo la presión y esperando poco a cambio. Con el tiempo, interioricé el estrés como una parte normal del éxito — hasta que mi cuerpo me obligó a detenerme.
Celebre mi 80 cumpleaños con amigos con los que viajé en mis 20. Las amistades de toda la vida han enriquecido profundamente mi vida. Soy el principal sostén de mi hogar. Mi trabajo de entrada de datos no me llena, pero mi actividad secundaria sí.
The corporate fast lane and its toll
El lugar de trabajo ha cambiado mucho desde los 90 y los 2000, particularmente en industrias dominadas por hombres como el petróleo y el gas. En ese entonces, era una minoría como mujer, y aquellos que llegaron a la cima soportaron una presión incesante. Algunos se convirtieron en campeones de la igualdad. Otros esperaban que las compañeras soportaran, creyendo que el sufrimiento era un rito de paso.
Algunas líderes femeninas respetaban mi trabajo, pero otras lo veían como una amenaza.
A pesar de los desencantos, seguí acelerando. Trabajé más duro que nunca, a veces registrando semanas de 90 horas, creyendo que si solo trabajaba lo suficientemente inteligente y rápido, podría superar el estrés.
Estaba equivocada.
Un día, colapsé en el trabajo. Mi presión arterial se disparó a 220/180, y terminé en una ambulancia. Los paramédicos me dieron nitroglicerina, pero no pasó nada. Escuché a uno de ellos decir: "Uh-oh," antes de decirle al conductor que se moviera más rápido.
Esa debería haber sido mi llamada de atención. En cambio, redoblé esfuerzos — pasando por medicamentos en un intento desesperado por seguir adelante.
A change coach who couldn't change
Pasé mi carrera guiando a otros para aceptar el cambio.
El consejo que había dado a innumerables personas parecía fácil cuando era el problema de alguien más. "Haz lo que digo, no lo que hago," pensé. Sin embargo, mientras luchaba con el agotamiento y mi salud se deterioraba, me di cuenta de que no estaba aplicando mis propias lecciones. Había construido una carrera ayudando a otros, pero tenía miedo de dar el siguiente salto yo misma.
Fue solo cuando hablé con una coach — una consulta gratuita, algo que casi cancelé porque "no tenía tiempo" — cuando comencé a ver mi vida desde una perspectiva diferente.
Me hizo una pregunta simple: "¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo que te dio miedo?"
La pregunta me tomó por sorpresa. Había pasado tantos años operando en un mundo de riesgos controlados, donde calculaba cada movimiento y mitigaba cada posible fracaso. Pero el miedo? El tipo que viene de aventurarse en lo desconocido, de atreverse a interrumpir el status quo? Hacía mucho tiempo que no sentía eso.
Ese momento desbloqueó algo en mí. Recordé quién era — alguien que asumía riesgos. Una vez prosperé en nuevos desafíos, asumiendo proyectos de alto riesgo donde el fracaso no era una opción y liderando equipos a través de la incertidumbre. Sin embargo, pasé años atrapada en un ciclo de estrés y obligación, confundiendo la resistencia con el logro.
"A veces tienes que desmoronarte para romper a través," susurró una voz en mi cabeza. Ese fue el momento en que decidí jubilarme.
Retirement cured me
Cuando finalmente me alejé de mi carrera, no comprendía completamente el costo que había tenido en mi cuerpo. Pero la jubilación no solo me sanó — me dio una nueva forma de vivir. Mi esposo y yo abrazamos el viaje lento, intercambiando fechas límite y desplazamientos por largas caminatas en nuevas ciudades, mañanas tranquilas con café y la libertad de explorar a nuestro propio ritmo.
No fue hasta mi primer chequeo post-jubilación que vi la diferencia. Mi presión arterial había bajado, y mis marcadores de estrés eran más bajos.
Mi doctor miró mis estadísticas, luego me miró y dijo: "Tu trabajo estaba tratando de matarte."
Escaping the hustle trap
La jubilación no solo salvó mi salud. Se sintió como finalmente salir de la carretera, dándome cuenta de que había estado acelerando hacia un desastre. Reconfiguró mi cerebro. Lo que antes llamaba "impulso" era en realidad solo una carrera interminable hacia el agotamiento.
Si te sientes atrapado en una carrera de alto estrés, pregúntate: ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo que te dio miedo? ¿Para qué estás realmente trabajando? ¿En qué momento tendrás suficiente? ¿Cuánto tiempo puede tu cuerpo soportar este estrés? Y lo más importante, ¿qué te detiene para hacer un cambio?