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El alcohol empeora la ansiedad

A todos nos ha pasado. Un día duro en la oficina, una mala ruptura, un desencadenante emocional... una copa de vino (o varias)... o quizás algo un poco más fuerte para calmar los nervios. ¿Verdad? Pues no.

Esa noche posterior a la diversión -o sea, el momento de la mañana siguiente en el que todos juramos no volver a beber- es un verdadero suplicio para tus glándulas suprarrenales por una razón mucho más química que la simple esperanza de no haber dicho algo supervergonzoso.

Las resacas suelen ir acompañadas de una sensación de malestar que, por supuesto, es física, pero que muy a menudo es muy emocional. Parece que no podemos deshacernos de una ansiedad desconocida que vive en lo más profundo de nuestro cuerpo, no sólo en nuestra mente racional.

¿A qué se debe? Bueno, mucho tiene que ver con nuestro intestino.

La serotonina, nuestra hormona del bienestar, no se limita al cerebro. De hecho, se produce principalmente en el intestino. Si se pregunta qué tiene que ver esto con el consumo de alcohol, le recordamos que todo lo que consumimos se procesa a través del intestino.

Quizá sea pertinente mencionar que antes de los antibióticos, el alcohol se utilizaba como sustancia dominante para matar bacterias. Porque es realmente bueno en eso.

El inconveniente de una noche de fiesta (bueno, uno de los inconvenientes) es que puede afectar gravemente a la microbiota intestinal.

Estos importantes bichos intestinales trabajan en estrecha colaboración con unas pequeñas proteínas de señalización celular llamadas citoquinas. Estos bichitos son mediadores importantísimos de la comunicación entre el intestino y el cerebro, así que cuando nuestro microbioma sufre, ellos también. Esto se traduce en un importante descenso de la serotonina y la dopamina, nuestras hormonas de la felicidad, que tiene un efecto inmediato en el estado de ánimo y -lo has adivinado- un aumento de la ansiedad.

Aunque esto sólo suele ser perceptible tras una noche de consumo excesivo, existen efectos a largo plazo en quienes beben a menudo, incluso si no se emborrachan completamente cada vez. Los bebedores frecuentes pueden sufrir ansiedad e incluso depresión de bajo grado, pero constante. Supongo que por eso se considera que el alcohol deprime.

La buena noticia es que, si por lo demás llevas un estilo de vida saludable y te aseguras de nutrir tu microbioma, una noche de juerga o un par de copas a la semana no van a causar ningún daño grave que no esté controlado por tus buenos hábitos. El cuerpo sólo necesita un poco de equilibrio.

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